El esbozo biográfico de san Viator es un esfuerzo inicial para presentar los hechos básicos de la vida de este santo del siglo IV, examinándolos con rigor histórico. Se ha hecho un esfuerzo consciente para excluir de la biografía todo aquello que no esté garantizado desde el punto de vista histórico, incluso aquellos aspectos de su vida que se apoyan solamente en una tradición piadosa, por muy verídicos que parezcan. La información ambiental, así como las conjeturas razonables, figuran en notas aparte.
Aunque se cree generalmente que san Viator era un joven cuando participó en acontecimientos que han entrado a formar parte del acervo histórico, este relato no asegura nada acerca de su edad, ya que ni siquiera conocemos la fecha aproximada de su nacimiento. Bien podía tratarse de un joven cuando abandonó Lyon para retirarse al desierto de Escete, pero no es menos probable que fuera un adulto de edad indeterminada.
A primera vista podemos tener la impresión de que no conocemos casi nada acerca de san Viator. Sin embargo, reflexionando un poco, y a pesar de que hayan transcurridos 1600 años, observamos que tenemos una cantidad nada despreciable de datos acerca de una persona cuya vida fue normal y corriente en todo. excepto en santidad. Este ligero esbozo destaca solamente los rasgos que el hombre dejó en la historia. La meditación y la reflexión sobre la fidelidad, el servicio, el sacrificio y la oración, elementos indispensables para ,vivir con su interioridad la condición de seguidor de Cristo, tanto en el siglo IV como en siglo XX darán cuerpo a este ligero retrato y nos ayudarán a comprender y apreciar el valor de su vida.
San Viator fue lector de la Iglesia de Lyon y discípulo y compañero del obispo Justo. Vivió a finales del siglo IV y murió hacia el año 390. Es imposible establecer la fecha de su nacimiento.
Viator, lector de la Iglesia de Lyon.
Lo poco que se conoce de la vida de san Viator está íntimamente ligado a la vida de su Obispo, quien nació en Vivarais y llegó a ser diácono de la Iglesia de Viena del DeIfinado. Poco después del 343, Justo fue elegido para suceder al Obispo Verissimus como obispo de Lyon. Un biógrafo contemporáneo nos lo presenta como un hombre apacible y bondadoso. Dos cartas dirigidas a él por San Ambrosio sugieren que era un hombre respetado por su ciencia. En 374 el obispo Justo asistió a un concilio regional en Valence. En 381 acudió al concilio de Aquilea como uno de los dos representantes de los obispos de las Galias.
Poco después de su regreso del concilio de Aquilea, el obispo Justo confió a Viator su intención de abandonar la sede de Lyon con el fin de entregarse a la vida ascética en el desierto de Escete en Egipto. Parece que esta decisión fue motivada por diversos factores: su carácter, ya que era un hombre bondadoso, estudioso y contemplativo; su edad, ya que había sido obispo durante muchos años y según parece pasaba de los sesenta; y por un nefasto suceso que había ocurrido en Lyon poco tiempo antes.
Un loco irrumpió en la plaza del mercado de la ciudad, blandiendo una espada e hiriendo y matando a varios ciudadanos. A continuación se refugió en la catedral y reclamó el derecho de asilo del santuario. Una muchedumbre alborotada se congregó en tomo a la iglesia, ubicada entonces en el actual emplazamiento de la iglesia de San Nicecio. Intervino el obispo Justo. Mantuvo a raya al populacho, pero al fin, cediendo a la presión de su violencia, accedió a entregar al hombre en manos de los magistrados para que fuera sometido a juicio legal. Una vez hecho esto, el populacho lo arrebató de manos de los guardias y lo mató en el mismo sitio. El obispo se imaginó que no había tomado las medidas oportunas para proteger al asesino y, por tanto, se consideraba mancillado con la sangre del desgraciado, e indigno de continuar al frente de la comunidad cristiana en la celebración de los misterios pascuales, y en consecuencia debía entregarse a la vida de penitencia por el resto de sus días.
Viator acompaña a su obispo al desierto.
Según parece, antes de finalizar el año 381, el obispo Justo salió secretamente de Lyon para Marsella, donde embarcaría para Alejandría en Egipto. Viator, conocedor de sus intenciones, decidió seguir a su obispo y maestro. Se incorporó a su obispo en Marsella y juntos embarcaron para Egipto.
Una vez en Egipto, pidieron el ingreso en la comunidad de monjes en el desierto de Escete, a unos 60 u 80 km. al sur de Alejandría, al otro lado de las montañas de Nitria, en el desierto libio. Por aquel tiempo, el superior o abad de esta comunidad era San Macario de Egipto (o el Mayor † 390), discípulo de uno de los fundadores del monaquismo en Egipto, San Antonio († 356). Macario tenía gran reputación por su elevada santidad y austero ascetismo. La mayoría de los monjes vivían en celdas, unas excavadas en la tierra, otras construidas de piedras, fuera del alcance de la vista unas de otras. Se reunían solamente los sábados y domingos para la celebración litúrgica. Se sustentaban del trabajo de sus manos, conformándose con una comida escasa y pobre. El ayuno, la oración, el silencio y las vigilias nocturnas caracterizaban sus vidas.
Parece que el obispo Justo y su lector Viator no revelaron su identidad a la comunidad a la que se incorporaron en Egipto. Sin embargo, por causa del azar, algunos años después de su llegada, un peregrino de Lyon los reconoció y los instó a regresar con él. Según parece, a su vuelta a Lyon, el peregrino dio cuenta de ello a la Iglesia local, ya que poco después, un sacerdote de Lyon, Antioco, que más tarde seria obispo de Lyon, fue enviado con el propósito de persuadir a los dos varones para que regresaran a Lyon. Sus esfuerzos fracasaron.
Según la tradición, el obispo Justo falleció poco después de la visita de Antioco, probablemente hacia el año 390, y san Viator murió al poco tiempo. La causa de estas muertes es desconocida. Quizás en el caso del obispo Justo, fue debido simplemente a su avanzada edad. La muerte de san Viator sobrevino poco después. Tal vez no pudo resistir el dolor por la ausencia de su obispo y amigo, los rigores de la vida del desierto, o pudo ser víctima de alguna de esas enfermedades, que periódicamente alcanzaban proporciones epidémicas en las comunidades monásticas. Una de estas epidemias acabó prácticamente con la comunidad monástica de Pacomio en 349 en la Tebaida.
Tan pronto como llegó a Lyon la noticia de su muerte, se hicieron las diligencias oportunas para traer los cuerpos de los dos santos varones a Lyon. Entonces la vida monástica era venerada como una forma de martirio, y los restos mortales de los santos monjes eran venerados tanto como los de los mártires.
Los restos mortales de Justo y Viator fueron traídos a Lyon poco antes de terminar el siglo, probablemente en el 399. Según una tradición bien fundada. los cuerpos de los santos llegaron a la ciudad el 4 de agosto. Fueron colocados en la catedral, o quizás en la nueva iglesia de los Macabeos, fuera de los muros de la ciudad. El 2 de septiembre fueron trasladados solemnemente a la iglesia de los Macabeos, a cuyo título se añadió pronto el nombre de San Justo.
El culto a san Justo y a san Viator
El culto a Justo y a su lector Viator se antepuso pronto al de sus más famosos predecesores, san Potino, obispo y mártir, fundador de la Iglesia de Lyon, y san Ireneo, doctor de la Iglesia y mártir, segundo obispo de Lyon.
Hacia el siglo V se celebraban las vidas de estos dos varones en cuatro días distintos. El 4 de agosto marcaba la llegada de las reliquias a Lyon. El 2 de septiembre, la celebración del traslado de las reliquias a la iglesia de los Macabeos. El 14 de octubre marcaba la salida de los dos santos para Egipto, y el 21 de octubre era una fiesta particular de san Viator. Varios martirologios mencionan una quinta fiesta, probablemente en diciembre, para conmemorar la muerte de san Justo.
El 29 de agosto de 1287, Guillermo de Valence, a petición del obispo electo de Lyon y del capítulo de la iglesia de los Macabeos y san Justo, autorizó y presidió como testigo una verificación oficial de las reliquias en la cripta de la iglesia.
El arzobispo delegó a ocho teólogos, cuatro dominicos y cuatro franciscanos, para verificar las reliquias. Los cuerpos de san Justo y de san Viator fueron hallados en la misma tumba. La tumba contenía también documentos acreditativos de la vida y santidad de san Viator. Desgraciadamente, estos documentos desaparecieron más tarde. El 2 de septiembre de 1287, las reliquias de cada uno de estos santos fueron depositadas en urnas separadas, ricamente adornadas y colocadas en la nueva cripta.
En 1562, los calvinistas atacaron la ciudad de Lyon. Destruyeron la iglesia de San Justo, pero algunas de las reliquias de san Justo y san Viator fueron salvadas por el deán del capítulo de canónigos de la iglesia, Francisco Pupier. Fueron trasladadas a la nueva iglesia de San Justo, construida rápidamente, dentro del recinto de las murallas en 1564. En 1793, durante la Revolución francesa, la iglesia de San Justo fue nuevamente desacralizada, pero una vez más, las reliquias fueron salvadas. Esta vez, gracias al sacristán.
El P. Querbes elige a san Viator como patrón y modelo de los Viatores.
En 1830, el Padre Luis Querbes, sacerdote de la diócesis de Lyon, estableció una sociedad de catequistas, que colocó bajo el patronazgo de san Viator. Luis Querbes, nacido en 1793, el mismo año en que la iglesia de san Justo fue profanada, fue educado en la iglesia de San Nicecio, la iglesia construida en el emplazamiento de la antigua iglesia de los Santos Apóstoles, catedral de cuya sede fue obispo san Justo, y san Viator, lector. Después de frecuentar la escuela parroquial de San Nicecio, el joven Querbes ingresó en el seminario. Tras su ordenación en 1817, volvió a su parroquia madre, donde sirvió como coadjutor y profesor de la escuela. En 1822 fue nombrado párroco de Vourles, pueblo próximo a la capital Lyon. Aquí es donde se estableció la asociación, que en 1838 se convirtió en Congregación de los Clérigos Parroquiales o Catequistas de San Viator.
John Linnan, c.s.v.
FUENTES: Acta Sanctorum (Bolandistas), Octubre,, t. IX; Dictionnalre d’Archéologle Chrétienne et de Liturgie, t. X, cc. 1-402, y en otros lugares; t. 11; PaIanque, J.R. y al., The Church in the Christian Roman Empire, 2 vols. (1949); Thurston Y Attwater eds. Butler`s Lives of the Saints, 4 vols. (11956); Farley, P.E., Saint Viateur (1937).