Recordamos que Luis Querbes había sido nombrado párroco de Vourles (Francia) en 1822 y que al instalarse en su nueva parroquia comenzó la renovación apostólica de esta con métodos pastorales de la época: la predicación, la práctica de los sacramentos, las cofradías, la confesión, las misiones populares …
Pero el verdadero celo de nuestro fundador no puede actuar demasiado sin producir descontentos. Recibió quejas y murmuraciones de las que no hizo caso. Las personas descontentas, no atreviéndose a atacarlo de frente, tomaron la táctica de dirigirle cartas con insultos y amenazas que le enviaban clandestinamente a su casa, lanzándolas, a veces, por encima de los muros del jardín.
¿Cómo responder a ataques y a injurias cuyos autores permanecen ocultos en el anonimato? Aquí tenemos un ejemplo de la última carta que recibió.
El domingo siguiente aparece en el púlpito con la carta en la mano y dice a su auditorio que, probablemente se había ya algo, que desde hace algún tiempo encuentra, de vez en cuando, por la mañana en su huerto cartas que han sido arrojadas allí durante la noche, que él ignora de quién vienen, dado que no llevan firmas y que lo siente porque esto le priva del placer de responder a los que le honran de dirigirle sus cartas. Que también esta semana ha recogido una como de ordinario entre las berzas de su huerto y que al igual que las precedentes tampoco lleva nombre del autor. Pero dado que este se encuentra sin duda en el auditorio le ruega que comprenda que ya que no puede responder de otra manera le responda públicamente. Y Aquí lee solemnemente la carta que va comentando y de la que subraya con sutileza todo lo que contiene de falso, de malo, de grosero, de ridículo. La gente se ríe. Si el autor de la carta estaba presente, no hay duda que tuvo que esforzarse para evitar el ponerse colorad. Lo que sí es cierto es que esta persona no tuvo ganas de volver a lanzar anónimos. Se acabaron las cartas anónimas.