Desde el Arzobispado, por medio de una nota, se le pide al Padre Querbes que elija para los catequistas un hábito distinto a la sotana. El hecho de que la autoridad episcopal se metiera en opinar sobre asuntos internos de la congregación y cuestiones ya aprobadas en los estatutos, podría suponer un riesgo de inmiscuirse en cualquier asunto de funcionamiento de los Catequistas de San Viator. El padre Querbes respondió inmediatamente con una carta en la que recordaba que los catequistas tenían autorización para llevar la sotana y qué son eclesiásticos porque enseñar la doctrina cristiana y servir a los santos altares son funciones totalmente eclesiásticas.
La disposición tomada por el Arzobispado le ha herido y también ha herido a los catequistas. Nuestro fundador piensa que las ideas desfavorables que se han extendido sobre esta obra y sobre el que dirige la obra no ayudan mucho. El hecho de que la sociedad de los catequistas a la vez fuera una asociación piadosa y una congregación religiosa generaba una cierta ambigüedad.
Parece que en 1837 ya no había seglares en la sociedad y que la hermandad había dejado de existir. En la reunión anual de 1837 se celebró el primer Consejo de la congregación. Se trataron diversos puntos: los estudios, las condiciones de apertura de nuevos establecimientos y también se precisó algún detalle del hábito.
EL venerable Luis Querbes no deja de preocuparse por garantizar el futuro de la congregación. Por eso, tomará la decisión de solicitar a la Santa Sede la aprobación de los estatutos de la Sociedad (hasta ahora es una Sociedad de derecho diocesano), a fin de evitar ciertas dificultades.