El Papa Francisco ha instituido en toda la Iglesia la “Jornada mundial de los abuelos y personas mayores” a celebrar el 4º domingo de julio, cerca de la fiesta de San Joaquín y Santa Ana, abuelos de Jesús, el 26 de julio.
Al hilo de esta noticia releo el libro que en 2015 publicó José Mª Fernández-Martos junto con Dolores Aleixandre, titulado “Caminar años arriba” en el que exponen cómo saber envejecer en esta etapa llamada de jubilación, tercera edad, edad dorada o ancianidad.
En el prólogo del libro, Cipriano Díaz Marcos, sj, delegado para la Tercera edad de la Provincia jesuítica de España, dice que “hacerse viejo no es puro y fatal destino, sino misión y tarea nada fácil… Es ardua la adaptación espiritual a este momento de la existencia. Los ancianos necesitan acompañamiento espiritual que les ayude a reacomodar su fe y su esperanza… La Biblia es un riquísimo mosaico de respuestas. El Espíritu de Dios hace que surja de lo inanimado aliento de vida, que revivan los huesos secos, que florezca el páramo…También la Biblia enseña a descubrir que morir, pasar, está inscrito en todo y que nada se sustrae a este influjo dialéctico: morir para nacer”.
Este período comienza con la jubilación laboral, señala Fernández-Martos. En 24 horas se deja el trabajo y se pasa a ser un parado. Es un golpe psicológico que crea desmoralización y ansiedad en un 80% de mayores, cosa normal porque el trabajo, además de dar dinero, seguridad y prestigio, es una forma de participar en la vida social. Sin embargo, jubilación viene de júbilo, de la alegría de verse liberado de la responsabilidad laboral, y de la libertad que permite tantear nuevos modos de vivir. Hay que pasar de los “quehaceres” al “quehacerse” personal.
Y Dolores Aleixandre añade: “Jubilación es la hora crucial de asumir la propia existencia, habitarla y comenzar a negociar los cambios que el paso de la edad va a introducir en ella. Es una etapa en la que, junto a pérdidas evidentes, se presentan nuevas oportunidades. Hay que hacer la transición de la etapa anterior con naturalidad, sin dramatismo, con una sabia serenidad. No se trata de buscar frenéticamente cómo estar ocupados, ni de perder interés por aquello en lo que invertimos energías anteriormente, sino de ir encontrando otros modos de acción y de presencia.
Entrar en contacto con ámbitos de los que el trabajo anterior nos tuvo alejados, diversificar nuestras relaciones, cultivar aficiones para las que nunca tuvimos tiempo, aprender cosas nuevas, hacer ejercicio físico para mantenernos ágiles y sanos, seguir interesados por lo que sucede en nuestro mundo… son formas de llenar todo ese tiempo del que ahora, por fin, somos dueños”.
Jesús Arroyo, viator
Superior provincial