Esta fue la segunda pregunta que nos propuso Manuel Mª Bru en el Encuentro de Formación de catequistas. La encabezó con unas palabras de Monseñor Octavio Ruiz, del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización:
«No se trata de enseñar verdades sino de proponer con alegría y con gozo nuestro testimonio de lo que es la fe para nosotros. Entendamos que la labor catequética no es simplemente enseñanza de verdades, sino que se encarga de llevarnos a un encuentro personal con Cristo en una vivencia profunda en una comunidad que nos apoya, y a la cual debemos apoyar con nuestra fe».
Decía Manuel María que el catequista no tiene que preguntarse tanto si le da tiempo dar el temario, sino cómo cada uno de los niños, adolescentes o jóvenes de su grupo está viviendo este proceso, qué pasos puede estar dando, si está teniendo un encuentro personal con Cristo, lo ha tenido ya, se está enamorando del Evangelio y de Jesucristo, porque eso es lo fundamental en el proceso. Claro, para arraigar esta experiencia, también tiene que estar el elemento formativo.
Y termina: «Ciertamente, “el catequista es un maestro que enseña la fe” y, por tanto, “es responsable de la transmisión de la fe de la Iglesia”, para lo cual deberá tener “tiempo de profundización de estudio del mensaje que debe transmitir”. Siempre, eso sí, “teniendo en cuenta el contexto cultural, eclesial y existencial del interlocutor”. Se trata de profundizar no tanto en una doctrina, sino “en el conocimiento de Aquel a quien el catequista en la fe ya ha reconocido como su Señor” (Cf. Directorio, 143)».
Esta fue la segunda pregunta que nos propuso Manuel Mª Bru en el Encuentro de Formación de catequistas. La encabezó con unas palabras de Monseñor Octavio Ruiz, del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización:
«No se trata de enseñar verdades sino de proponer con alegría y con gozo nuestro testimonio de lo que es la fe para nosotros. Entendamos que la labor catequética no es simplemente enseñanza de verdades, sino que se encarga de llevarnos a un encuentro personal con Cristo en una vivencia profunda en una comunidad que nos apoya, y a la cual debemos apoyar con nuestra fe».
Decía Manuel María que el catequista no tiene que preguntarse tanto si le da tiempo dar el temario, sino cómo cada uno de los niños, adolescentes o jóvenes de su grupo está viviendo este proceso, qué pasos puede estar dando, si está teniendo un encuentro personal con Cristo, lo ha tenido ya, se está enamorando del Evangelio y de Jesucristo, porque eso es lo fundamental en el proceso. Claro, para arraigar esta experiencia, también tiene que estar el elemento formativo.
Y termina: «Ciertamente, “el catequista es un maestro que enseña la fe” y, por tanto, “es responsable de la transmisión de la fe de la Iglesia”, para lo cual deberá tener “tiempo de profundización de estudio del mensaje que debe transmitir”. Siempre, eso sí, “teniendo en cuenta el contexto cultural, eclesial y existencial del interlocutor”. Se trata de profundizar no tanto en una doctrina, sino “en el conocimiento de Aquel a quien el catequista en la fe ya ha reconocido como su Señor” (Cf. Directorio, 143)».