El 10 de mayo del pasado año, el papa Francisco instituyó el ministerio de Catequista con su Carta Apostólica Antiquum Ministerium. Vayan estas frases como recordatorio.
«El ministerio de Catequista en la Iglesia es muy antiguo (nº 1)». «Desde sus orígenes, la comunidad cristiana ha experimentado una amplia forma de ministerialidad (nº 2)». De hecho, «toda la historia de la evangelización de estos dos milenios muestra con gran evidencia lo eficaz que ha sido la misión de los catequistas (nº 3)».
El ministerio de Catequista «se especifica dentro de otros servicios presentes en la comunidad cristiana. El Catequista, en efecto, está llamado en primer lugar a manifestar su competencia en el servicio pastoral de la transmisión de la fe (…) desde el primer anuncio que introduce al kerygma, pasando por la enseñanza que hace tomar conciencia de la nueva vida en Cristo y prepara en particular a los sacramentos de la iniciación cristiana, hasta la formación permanente (….). El Catequista es al mismo tiempo testigo de la fe, maestro y mistagogo, acompañante y pedagogo que enseña en nombre de la Iglesia (nº 6).
«Recibir un ministerio laical como el de Catequista da mayor énfasis al compromiso misionero propio de cada bautizado, que, en todo caso, debe llevarse a cabo de forma plenamente secular sin caer en ninguna expresión de clericalización (nº 7)». «Este ministerio posee un fuerte valor vocacional» (nº 8).
¡Muchas gracias, catequista, por tu valiente respuesta a la llamada del Señor, por tu abnegado ministerio, por el gran servicio que prestas a toda la Iglesia!