Atilano Alaiz, religioso claretiano fallecido el pasado mes de marzo, decía en su homilía del XIV Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo C: «Un amigo mío reprocha duramente a sus amigos cristianos: “¿Por qué no me presentasteis antes a este gran Amigo, que es Cristo? ¿Por qué lo callasteis? ¿Por qué he tenido que malvivir, vivir amargado y perder tantos años de mi vida, sufrir el vacío, porque no me hablasteis de él, cuando él es ahora el sentido de mi vida y la fuente de mi felicidad?” (…) Lamentablemente, la gran mayoría de los padres ‘cristianos’, que han asumido en el bautismo de sus hijos la honrosa misión de ser sus educadores en la fe, “sus primeros y principales educadores”, han transferido su misión al colegio religioso, a organizaciones y catequesis parroquiales. Naturalmente, presentar a Jesús a los hijos o nietos no es simplemente decir: “Vete a misa”, “tienes que rezar”, “tienes que confesarte y comulgar”, como quien le dice que tiene que ir al colegio y tratar de aprobar. Presentar a Jesús es narrar la propia experiencia de liberación, de paz, de alegría que produce en nosotros la relación con Cristo.
Afirma Pablo VI: “El que ha sido evangelizado, evangeliza. He ahí la prueba de la verdad, la piedra de toque de la evangelización” (Evangelii Nuntiandi, 24). Pero también es cierto que nos confirmamos en la fe el día que la confesamos y la anunciamos con entusiasmo. Juan Pablo II asegura: “Si quieres crecer en la fe, anúnciala; si quieres fortalecerte en el amor y seguimiento de Jesús, proclámalos”. Esto es lo que testifican los catequistas. El mejor camino para aprender es enseñar. Habrá padres verdaderamente formados el día en que se preocupen de formar bien a sus hijos. Con cristianos vergonzantes no iremos a ninguna parte».
Atilano Alaiz, Homilía del XIV Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo C, documento de internet.
Con este ‘minuto’ un poco más largo, comenzamos un nuevo curso pastoral. Como catequistas también tenemos que animar y ayudar a madres y padres para que sean los primeros educadores de la fe de sus hijos. ¡Buena siembra!