Dice el nº 239 del Directorio para la Catequesis: «La infancia, o edad preescolar, es un tiempo decisivo en el descubrimiento de la realidad religiosa, donde se aprende por los padres y por el ambiente de vida una actitud de apertura y aceptación, o, al contrario, un rechazo y negación de Dios. También se aprende el primer conocimiento de la fe (…). En este contexto, no se debe olvidar la participación en las fiestas principales del Año litúrgico, por ejemplo, haciendo en familia el pesebre como preparación a la Navidad, permitiendo así al niño vivir una forma de catequesis participando directamente en el misterio de la encarnación. Cuando el niño entra en contacto, en la familia o en otros ambientes de crecimiento, con los diferentes aspectos de la vida cristiana, aprende e interioriza una primera forma de socialización religiosa preparatoria para el seguimiento y desarrollo de su conciencia moral cristiana. Más que la catequesis en su propio sentido, a esta edad es la primera evangelización y anuncio de la fe en una forma claramente educativa atenta a desarrollar el sentido de confianza, gratuidad, entrega de sí mismo, invocación y participación, la que le ayudará a entrar en la fuerza salvífica de la fe».
Así nos iniciamos muchos en la fe en nuestra niñez. Siguiendo al papa Francisco, vamos a promover que las familias de nuestras catequesis se afanen en montar el ‘nacimiento’, el ‘belén’, en estos días previos a la Navidad, en cantar villancicos. En fin, en retomar las tradiciones de la Navidad. La cristiana. ¡Claro!