Que mirando a María (y ahora, en Navidad, con el Niño) volvamos a creer en lo revolucionario de la ternura y el cariño (Cfr. Papa Francisco, Evangelii Gaudium, 288).
El papa Francisco nos deleitaba en la Nochebuena de 2019 con una homilía de la que extraemos: «Una hermosa leyenda cuenta que, cuando Jesús nació, los pastores corrían hacia la gruta llevando muchos regalos. Cada uno llevaba lo que tenía: unos, el fruto de su trabajo, otros, algo de valor. Pero mientras todos los pastores se esforzaban, con generosidad, en llevar lo mejor, había uno que no tenía nada. Era muy pobre, no tenía nada que ofrecer. Y mientras los demás competían en presentar sus regalos, él se mantenía apartado, con vergüenza. En un determinado momento, san José y la Virgen se vieron en dificultad para recibir todos los regalos, muchos, sobre todo María, que debía tener en brazos al Niño. Entonces, viendo a aquel pastor con las manos vacías, le pidió que se acercara. Y le puso a Jesús en sus manos. El pastor, tomándolo, se dio cuenta de que había recibido lo que no se merecía, que tenía entre sus brazos el regalo más grande de la historia. Se miró las manos, y esas manos que le parecían siempre vacías se habían convertido en la cuna de Dios. Se sintió amado y, superando la vergüenza, comenzó a mostrar a Jesús a los otros, porque no podía sólo quedarse para él el regalo de los regalos».
Catequista: Has recibido el mejor regalo y se lo estás mostrando a los niños, jóvenes y familias que acompañas. Que lo disfrutes estos días celebrando el gran misterio de la Encarnación de Dios en el Niño Jesús. ¡Feliz Navidad!