La Delegación de Pastoral Familiar ha comenzado una nueva etapa llena de ilusión y con la intención de seguir estrechando nuestra relación con todos vosotros, estando a vuestro servicio cada día un poquito más y tratando de ofreceros todo lo mejor.
Este apasionante curso vamos a vivirlo a caballo entre el Año de la Oración y el Año de la Esperanza. Dos realidades que nuestro añorado Papa Benedicto XVI relacionó en su Carta Encíclica Spe Salvi, al afirmar que la oración era un lugar primero y esencial de aprendizaje de la esperanza: “Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios” (SS 32). A su vez, nos recordó que la esperanza cristiana no es individualista, sino que es siempre esperanza para los demás.
Al hilo de esto último, recuerdo un poema del filósofo cristiano, Charles Péguy (1873- 1914), que lleva por título “Las tres virtudes”, donde presenta la esperanza como la más pequeña de las virtudes teologales. Nos ofrece una imagen bella, poética y cercana, de la esperanza que siempre estimula y la hace atractiva.
“… pero, sin embargo, esta niñita esperanza es la que atravesará los mundos; esta niñita de nada, ella sola, y llevando consigo a las otras dos virtudes atravesará los mundos llenos de obstáculos. Como la estrella condujo a los tres Reyes Magos desde los confines del Oriente, hacia la cuna de mi Hijo. Y así una llama temblorosa, la esperanza, ella sola, guiará a las virtudes y a los mundos; una llama romperá las eternas tinieblas. Por el camino empinado, arenoso y estrecho, arrastrada y colgada de los brazos de sus dos hermanas mayores, que la llevan de la mano, va la pequeña esperanza y en medio de sus dos hermanas mayores da la sensación de dejarse arrastrar como un niño que no tuviera fuerza para caminar. Pero, en realidad, es ella la que hace andar a las otras dos, y la que las arrastra, y la que hace andar al mundo entero. Porque, en verdad, no se trabaja sino por los hijos y las dos mayores no avanzan sino gracias a la pequeña”.
Qué importante es lo pequeño, lo minúsculo, lo efímero en la vida: la nota musical o el silencio, en la sinfonía; la palabra y el espacio en blanco, en el libro; la gota de agua y la sal, en el océano; el ladrillo y el cemento, en la casa; la levadura, en la hogaza de pan; el granito de arena, en la playa.
Qué importante es la esperanza en la vida.
Qué importante es la esperanza en la vida. No se trata de optimismo ingenuo y tranquilizante, sino el esfuerzo constante, mantenido y renovado cada mañana. Pero, aunque la esperanza tiene vocación de futuro, comienza a actuar aquí y ahora, motivando y animando cada paso que damos en la dirección de ese plan que Dios ha soñado para cada uno de nosotros.
Qué importante es orar para mantener siempre viva la llama de la esperanza. Porque también se ha dicho de la esperanza que es “como una lluvia de buenas noticas que empapan el alma, como el viento favorable que facilita la navegación, o como el ancla que nos sostiene en medio de la prueba, o como la tabla a la que nos agarramos cuando la vida nos zarandea, o como el aroma que perfuma el ambiente en el que vivimos, o como el cariño que nos sostiene cuando no encontramos ni una palabra de ánimo”.
Qué importante es estar siempre atentos a lo que Dios nos dice. Por ello, en este Año de la Oración, queremos invitaros de manera especial a todos vosotros a participar en las tandas de Ejercicios Espirituales impartidos por nuestro Obispo y su equipo, a lo largo de este curso.
Con todo, llegaremos al 2025, totalmente ilusionados por el Jubileo: ‘Peregrinos de esperanza’. Ojalá, que en este Año Jubilar redescubramos el amor humano y divino del corazón de Jesucristo, de acuerdo con la nueva Carta Encíclica Dilexit Nos, del Papa Francisco.
Óscar Areitio Badiola
Delegación Diocesana de Pastoral Familiar