El Directorio para la Catequesis, hablando de la identidad y vocación del catequista, dice en su número 113: «Testigo de la fe y custodio de la memoria de Dios; al experimentar la bondad y la verdad del Evangelio en su encuentro con la persona de Jesús, el catequista guarda, nutre y da testimonio de la nueva vida que se deriva de Él y se convierte en un signo para los demás. La fe contiene la memoria de la historia de Dios con las personas. Custodiar esta memoria, despertarla en los demás y ponerla al servicio del anuncio es la vocación específica del catequista. El testimonio de la vida es necesario para la credibilidad de la misión. Reconociendo sus debilidades ante la misericordia de Dios, el catequista nunca deja de ser signo de la esperanza para sus hermanos». Y más adelante, como acompañante y educador: «El catequista, experto en humanidad, conoce las alegrías y las esperanzas del hombre, sus tristezas y angustias (Cf. GS 1) y sabe cómo relacionarlas con el Evangelio de Jesús».
Dentro de nuestro diocesano “Curso Pastoral de la Esperanza”, acogemos este tiempo de Adviento, “tiempo de asumir un compromiso por la transformación del mundo según el deseo de Dios y los valores del Evangelio. El Adviento nos ofrece motivos para esperar y razones profundas y consistentes para continuar en el seguimiento diario de Jesús. Debe inyectarnos alegría y optimismo cristiano en nuestro quehacer ordinario”* y en nuestra misión de catequistas, ¡claro! ¡Buen y esperanzado Adviento!
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