El nuevo párroco de Vourles, después de asentarse en su parroquia y en el pueblo, era consciente de que la educación de los niños era primordial para rehacer una mentalidad cristiana. Llamó a las Hermanas de San Carlos para dirigir una escuela de niñas que se abrió en 1823. Era la única escuela de chicas dirigida por religiosas de toda la región.
Pero quedaba la escuela de niños. El venerable Luis Querbes quería desembarazarse de dos maestros indignos de su profesión. Se dirigió a la congregación recientemente fundada de los Hermanos Maristas y a otras congregaciones como la de los Hermanos de las Escuelas Cristianas para solicitar un religioso. Todo lo que le respondieron es que no podían darle menos de tres de sus miembros y la parroquia de Vourles era demasiado pobre para pagar el sueldo de tres hermanos.
A disgusto, dándose cuenta de la laguna que dejaban estas instituciones, laguna que privaba de la educación cristiana a los niños de los pueblos pequeños, no tuvo, de momento, otro pensamiento que el de hacer lo posible para educar cristianamente a los niños dando la mejor dirección posible a su escuela parroquial dirigida entonces por un maestro laico. La idea se había puesto en marcha.