Estamos en el mes de mayo, tradicionalmente dedicado a María. Y el próximo domingo es Pentecostés, fiesta en la que celebramos la venida del Espíritu Santo sobre los discípulos reunidos en oración en torno a María.
Esta escena nos sugiere la imagen de María como Madre de la Iglesia. Dice Pablo VI: “Su divina maternidad constituye el fundamento principal de las relaciones de María con la Iglesia, por ser madre de Aquel que es cabeza del Cuerpo místico que es la Iglesia. María pues, como Madre de Cristo es también Madre de la Iglesia”. Y a la vez, por tratarse del origen de la Iglesia, también es fundamento, junto a los cimientos que son los Apóstoles. María como madre reúne a los hijos en oración provocando la unidad, y precisamente estando así, unidos en oración, es cuando se hace presente el Espíritu de Dios. No es pequeña lección para nosotros hoy.
María ya fue poseída por el Espíritu Santo en la Anunciación, y toda su vida transcurrió en obediencia a las mociones del Espíritu, aunque no siempre entendiera sus caminos. Al ponerse en oración con los discípulos en el Cenáculo se convierte también en modelo de oración y apertura al Espíritu.
En vísperas de Pentecostés adoptemos estas actitudes para que el Espíritu Santo, que ya habita en nosotros por el Bautismo, vivifique y renueve su 7 Dones: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios, y sus 12 Frutos: gozo, caridad, paciencia, paz, bondad, longanimidad, mansedumbre, benignidad, modestia, fidelidad, continencia y castidad. (Cfr. Ga. 5, 22-23). “Los Dones nos ayudan a seguir las inspiraciones divinas… … y los Frutos son primicias de la gloria eterna” (Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1830-1832).
Santa María de Pentecostés, ¡ruega por nosotros!
Espíritu Santo, ¡ven y llena los corazones de tus fieles!