Después de decir que «la persona del acompañante tiene una gran importancia», y aunque suene redundante con el ‘minuto’ anterior, Juan Carlos Carvajal dice: «La persona en proceso catecumental (¡y en la vida comunitaria!) tiene un acompañante que es protagonista primero: el Espíritu de Jesús. Olvidar esta realidad esencial de la vida cristiana es reducir su originalidad. El protagonismo del Espíritu resta protagonismo al acompañante y pone el centro en el Espíritu y en la persona misma que debe caminar en un diálogo de intimidad entre el creyente y el Señor Jesús, por medio del Espíritu. Pero, afirmando esto, el acompañante o catequista es absolutamente necesario para sostener al catecúmeno en diálogo y trato personal con el Señor. (…) La presencia del otro (acompañante) es necesaria para que cada persona descubra y fructifique sus posibilidades únicas. En el caso de la fe, estamos solicitados personalmente por el Espíritu de Jesús a entablar un diálogo de amistad íntimo con Dios a través del Señor Jesús»*.
Catequista: Siéntete acompañada, acompañado, por el Espíritu en tu misión. Y que el Espíritu te dé a sentir cómo acompaña a quienes tú acompañas. ¿No es hermoso este acompañamiento al alimón con el Espíritu?
* Asociación Española de Catequetas (AECA), El acompañamiento en catequesis (Didajé, n. 16), PPC, Madrid 2019, pp. 97-98.