Comenta Romero Galván: «El catequista acompaña, en nombre de la comunidad, a un grupo de catecúmenos o catequizandos con unos objetivos claros y precisos. Por una parte, es un mistagogo de la fe. Su servicio es anunciar la Palabra de Dios acomodada a la realidad espiritual y humana de quienes la escuchan, actualizada en el itinerario del año litúrgico y adecuada al contexto real e histórico de la comunidad en la que el iniciando ha de vivir la fe. (…) Además, en el ejercicio de la maternidad espiritual, el catequista acoge, en nombre de la comunidad, al grupo de catequizandos o catecúmenos, incorporándolos a una pequeña comunidad iniciática para que, juntos, caminen en la misma dirección y puedan ayudarse mutuamente en el itinerario de la fe. De esta manera, con ese espíritu comunitario, se entrenan espiritualmente para llegar a ser miembros de la comunidad eclesial (cf. Directorio General de Catequesis 159; Catequesis de la Comunidad 283-286)».*
¡Sí, catequista! Tú también acompañas grupos. Tu labor es clave en la vivencia que tus catequizandos puedan tener de lo que es una comunidad cristiana. Sí, en el propio grupo, con los demás grupos de catequesis y con la comunidad cristiana, ya sea parroquial, colegial,… En tu grupo pueden aprender que todos somos hijos y hermanos. Aunque sea costoso, ¡qué hermoso que seas acompañante de grupos! Y, ¡qué valor y generosidad por tu parte! ¿Verdad? ¡Gracias, catequista!
* Francisco J. Romero Galván, Asociación Española de Catequetas (AECA),
El acompañamiento en catequesis (Didajé, n. 16), PPC, Madrid 2019, p. 54.