José María Fernández-Martos, en su libro El drama de la palabra. Tender puentes o ensanchar abismos, dirige unas palabras a los padres, que bien nos pueden venir a los catequistas: «Para empezar, arraigar la convicción de que cada quien es único, irrepetible, digno, autónomo y merecedor de respeto. Proseguir con que su fondo más íntimo, donde se encuentra ante sí mismo y ante Dios, nos es desconocido. Nadie, y menos los padres −y nosotros podríamos decir ‘los catequistas’− pueden usar palabras tóxicas (incompetente, raro, fracaso) que distancian para siempre y matan también. El cercano padece, con todos, el llamado síndrome de Estocolmo, que impide herir a los que tratan contigo». Y sigue más adelante: «En la cercanía muere la indiferencia. (…) La encarnación es cercanía de Dios: “síndrome de Estocolmo con el hombre”».*
Dentro de una semana celebraremos la Encarnación de Dios en Jesús, su “síndrome de Estocolmo” con la humanidad y con cada uno de nosotros. Dios se hace “ser humano” y en ese “ser” manifiesta todo su amor. Que puedas vivir con desmedida esperanza y gran gozo estos días previos al asombroso acontecimiento de la Natividad de nuestro Señor.
* Fernández-Martos, José María, El drama de la palabra. Tender puentes o ensanchar abismos. Sal Terrae, 2023, pp. 50-52.