Volvemos con Francisco José Romero Galván, al que citamos hace dos semanas. Esta vez nos dice: «Con sentido maternal, reflejado en ti como catequista, la comunidad acoge en su seno a los catequizandos en un grupo para que avancen juntos en el itinerario de fe. El grupo es el instrumento determinante para crecer en la espiritualidad cristiana. En él se comparten experiencias, se propician ayudas fraternas para el crecimiento domo discípulos de Cristo, se aprende a vivir en comunidad como hijos de Dios y hermanos unos de otros. Efectivamente, en el grupo se experimenta que la vida cristiana es una vida comunitaria en la que los hijos de Dios se alientan en el camino, venciendo dificultades y recibiendo el apoyo de los demás catequizandos, aprendiendo juntos a ser hermanos y descubriendo que el creyente es hermano de todos los hombres, teniendo como norma la ley del amor». Y más adelante dice: «Es muy necesario que procures introducirles en el seno de la parroquia con todos los parroquianos y que ellos mismos animen a la propia comunidad a ser familia de los hijos de Dios»*.
Pues… ¡Manos a la obra!
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