«Anunciar a Jesucristo comporta, no solo llegar al que recibe la catequesis, sino que debe abarcar también a su familia. (…) El proceso de iniciación cristiana del niño y del adolescente nos tiene que llevar a proponer a su familia el don de la fe para que se encuentre con Jesucristo y pueda emprender un camino de seguimiento al Señor. Para ello es necesario hacerse cercano a los que traen a catequesis a sus hijos, hacer el esfuerzo de acogerlos con respeto y consideración, escucharlos, dialogar con ellos, invitarlos a participar en algún encuentro, convivencia, celebración… Sin olvidarnos que aquí es el tú a tú, la persona a persona lo que tiene que cuidarse, mimarse»*.
Cuidamos la relación con las familias. Es verdad. Y, si no lo hacemos, debemos ofrecerles acompañamiento, posibilidad de vivir la fe tanto en la familia como formando parte de la comunidad cristiana o, si es el caso, hacerles la oferta del “primer anuncio de la fe (…) para cultivar en ellas la dimensión espiritual de la vida, sanar sus heridas si es necesario y compartir con ellos lo que son y viven”, como sugiere Francisco José Romero Galván en este mismo artículo.
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